Una Oración de Ana De 1 Samuel 2:1-10

Una Oración de Ana De 1 Samuel 2:1-10

La oración de regocijo de Ana estalla después del tan esperado nacimiento de su hijo Samuel. Detrás de ese poema de exaltación, se asoma el personaje de un Dios que interviene en el drama de una familia. Más adelante en la historia, el Señor usa poderosamente al profeta Samuel para denunciar la corrupción en el sacerdocio, así como para iniciar la transición de Israel del liderazgo de los profetas al gobierno de los reyes.

El canto de Ana contiene capas de significado, profecía y significado histórico. Sin embargo, es una oración sencilla que surge de la respuesta a la disfunción de una familia. El gozo de Ana se centra en su propio viaje personal y en la restauración que recibió de la mano de Jehová.

Ser llamado a mediar en medio de un drama familiar puede ser una pesadilla para un ministro. Muchas de las llamadas urgentes que recibe un pastor implican la resolución de conflictos en algún nivel. Y a pesar de toda nuestra formación ministerial, todavía entramos en una sesión de consejería familiar con aprensión. Francamente, la mayoría de nosotros hemos aprendido sobre la resolución de conflictos mediante prueba y error, y en ocasiones sacamos conclusiones precipitadas al ver el quebrantamiento de los demás. Cuanto más disfuncional es la familia, mayor es nuestra sensación de impotencia.

Pero las increíbles afirmaciones de Ana sobre la soberanía de Dios se destacan en su oración. Ella canta que el Señor enaltece a los humildes y fortalece a los débiles. Se regocija porque Dios le dio “respuesta para sus enemigos” (v. 1). Si leemos 1 Samuel 1, sabemos que su enemiga es Penina, la otra esposa de su marido, que tuvo hijos, pero era mezquina. Ana es profundamente amada por su marido, pero tiene el corazón roto porque no tiene hijos. Para empeorar las cosas, Penina no consuela ni se hace amiga de Ana en su dolor. En cambio, la intimida y se burla de ella. Por razones que están claras en la dinámica de esta familia Penina aprovecha cualquier oportunidad para avergonzar a Ana.

Elcana, el marido de Ana, intenta consolarla utilizando razonamiento alegres y superficiales. Pero el no puede manejar el conflicto entre sus dos esposas. O no está interesado o no está preparado para enfrentar la crueldad de Penina. Se trata de una estructura familiar tan incómoda y tóxica que podría ser el guion de una mala telenovela. ¿Un Dios de majestad y fuerza jugaría con una injusticia interpersonal tan mundana?

Pero Dios si interviene en la crisis familiar de Ana. Me sorprende darme cuenta de que Dios no humilla ni confronta a Penina. Simplemente arregla las cosas. Y esto es lo que Ana reconoce en su Dios. Después de declarar su grandeza, comienza un acto de equilibrio de metáforas. Ella advierte: “El arco de los poderosos se quiebra . . . los que tropiezan ahora son fuertes . . . los que antes tenían comida de sobra se venden por un pedazo de pan y los que antes sufrían hambre ahora viven saciados” (vv. 4.5).

Ana luego deja de hablar con metáforas y comienza a nombrar su vergüenza. Ella afirma que “la estéril llega a tener ha dado a luz siete veces, y la que tenía muchos hijos languidece” (v. 5). Ella da ese último paso de sanidad cambiando el nombre de su dolor a gratitud. En nuestros conflictos interpersonales también debemos reconocer, que la historia no termina hasta que podamos reconstruir nuestra línea de tiempo para incluir la aceptación y el agradecimiento. Incluso el trauma se puede volver a contar. Esta canción es una reescritura de la vergüenza de Ana para la gloria de Dios.

La oración de Ana no se trata del futuro de Israel. No es una oración sobre el pasado de Israel. Y aunque la verdad de sus palabras cuenta una historia que señala a Cristo como un futuro rey, Ana simplemente está describiendo a Jehová quien pone su mundo en orden. El versículo 8 dice: “Levanta del polvo al desvalido y saca del basurero al pobre para sentarlos en medio de príncipes y darles un trono esplendoroso. Del Señor son los fundamentos de la tierra; y el puso en orden el mundo”. Este es un Dios que hizo inútiles las burlas de Penina: El Dios que protegió a una familia de sus propias consecuencias tóxicas. Y este Dios todavía media e interviene en medio de la humillación y el abuso.

Servimos a aquel que pone en orden nuestro mundo. Él está interesado en restaurarnos a pesar de nuestro quebrantamiento y disfunción. No necesita pulverizar a nuestros enemigos. En cambio, nos da poder para responder a nuestros agresores. Él llena lo que falta; exalta lo que ha sido aplastado.

Si debemos aceptar la oración de Ana, los métodos de intervención y restauración de Dios en nuestras vidas no se refieren a un final feliz para siempre. Ni siquiera se trata de reivindicación. En cambio, reconocemos que Él equilibra la balanza; Él es un corrector de errores. Jehová endereza los caminos de grava que pisamos (Isaías 45:2, Lucas 3:4-6). Si se lo permitimos, interrumpirá nuestro drama interpersonal. Defenderá a quienes clamen a Él para que puedan volver a contar su historia con notas de alabanza.

Robin Radi esta sirviendo como pastora y misionera en Argentina

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