Una Oración de Salomón De 1 Reyes 8:22-53

Una Oración de Salomón De 1 Reyes 8:22-53

“Estoy contigo”. Estas simples pero profundas palabras pronunciadas por Dios a lo largo de las Escrituras expresan el testimonio de nuestros antepasados bíblicos sobre la fiel presencia de Dios. Como el señor le había asegurado a Moisés de la presencia divina, Moisés respondió: “Si tu presencia no está con nosotros, no nos hagas salir de aquí. ¿Cómo vamos a saber tu pueblo y yo, que contamos con tu favor? (Éxodo 33:14-16). Cuando el Señor se negó a permanecer en el Sinaí, la presencia de Dios en el Tabernáculo permaneció con el pueblo a través del desierto y hasta la tierra prometida.

Sin embargo, a lo largo de las generaciones posteriores, las etapas de la vida desafiaron esta convicción de la presencia fiel de Dios. En tiempos de pérdida, miedo y amenaza, el pueblo de Dios buscó ansiosamente crear sus propios dispositivos que pudieran intentar contener y domesticar a Dios para coaccionar la presencia de Dios con ellos y sus acciones hacia ellos. Este esfuerzo humano subyace a la práctica de la idolatría tanto entonces como ahora. El intento de “alojar” a Dios podría convertirse en una tentación idólatra para el pueblo de Dios, incluso con el templo.

No sorprende que en respuesta a la intención de David de construir un templo para Dios, el Señor declarara: “Desde el día en que liberé a los israelitas de Egipto y hasta el día de hoy, no he habitado en casa alguna, sino que he andado de acá para allá, en una tienda a manera de santuario” (2 Samuel7:6-7). Independientemente de cuan santa pueda ser cualquier construcción humana como el templo, las Escrituras son consistentes en que las construcciones humanas son incapaces de “albergar” la presencia de Dios.

Una casa que se niega a “alojar” a Dios

En medio de la gozosa celebración del templo terminado, la oración de dedicación de Salomón revela la preocupación por posibles malentendidos idólatras, incluso de las cosas buenas de Dios. Qué fácil sería para los adoradores concluir que esta “casa de Dios” construida por manos humanas “albergaba” o contenía a Dios de tal manera que los adoradores podrían intentar dominar e incluso manipular a Dios a través de sus prácticas en el templo. La oración de Salomón funciona como precaución para que este lugar santo no se convierta en un ídolo.

Al enfatizar la incomparable fidelidad del Señor, la oración de Salomón moldea una postura de asombro, humildad y confianza en el Señor, quién está presente con nosotros, pero no restringido por nosotros. Como instrumento de la gracia divina, el templo sirvió como morada de oraciones al Señor sin que el Señor mismo estuviera confinado a esta morada. Posteriormente, Dios declararía en Isaías: “El cielo es mi trono y la tierra el estrado de mis pies; ¿Qué casa me pueden construir? ¿Dónde estará el lugar de mi reposo? (Isaías 66:1-2).

El Nombre del Señor que habita en la Casa de Oración.

Como la oración de Salomón afirma que el nombre del Señor habita en el templo, este lugar santo sirvió para desviar las mentes de los adoradores de si mismos y dirigirlas al Dios fiel, que hace pactos, a quien el pueblo ora. El nombre único de Dios recordaba el carácter único de fidelidad de Dios: “Señor, Dios de Israel, no hay Dios como tú arriba en el cielo ni abajo en la tierra, pues tú cumples tu pacto de amor con quienes te sirven y te siguen de todo corazón” (1 Reyes 8:22; cursiva añadidad para hacer énfasis). Así como el Señor es el que hace las promesas también es el que las cumple; los dos son inseparables. No es de extrañar que Salomón comience su oración con la siguiente frase: “Bendito sea el Señor, Dios de Israel, que con su mano cumplió lo que prometió” (1 Reyes 8:15). Con memoria de las promesas de Dios en el pasado, esta oración anticipa la fidelidad de Dios en el futuro.

Como morada del nombre del Señor, el templo también sirve como morada de las oraciones del pueblo. Ancladas en la fidelidad del Señor, las oraciones surgirán de la confianza y la dependencia de Dios para obrar a través de sus acciones creativas, libertadoras, formadoras de pactos, nutritivas, sanadoras, perdonadoras y restauradoras. Las oraciones a Dios se producirán en todas las épocas de la vida, ya que el pueblo buscará la reconciliación en las épocas de quebrantamiento, el perdón en las épocas de rebelión y la restauración en las épocas de calamidad. Esta morada hospitalaria de oración abrirá sus puertas más allá de una facción religiosa parroquial y se convertirá en la morada de oración para todas las personas (vv. 41-43).

Mientras Salomón ora por la construcción humana que fácilmente podría convertirse en un ídolo para el pueblo, sus palabras visualizan adoradores que oran al Dios que rompe todos los grilletes que intentan “albergar” y controlar la santa presencia de Dios. De hecho, Dios será libre de obrar libremente como el Señor fiel y hacedor de pactos. Ningún dispositivo humano, incluido el templo, tendrá éxito en contener, dominar y manipular al Señor Dios.

A primera vista, la oración de dedicación de Salomón parece centrarse en el templo. Sin embargo, al final se convierte en una oración sobre oración y adoración. Sus palabras de humildad reconocen que ninguna acción o expresión humana, por muy bellamente elaborada que sea, es capaz de domesticar y dominar a Dios. Ciertamente si “incluso en el cielo y los cielos más altos” y mucho menos si la casa que construyó Salomón no puede contener a Dios entonces nuestras palabas y hechos serían encantamientos de coerción y manipulación. De la manera más magnífica la oración de Salomón eleva nuestros ojos más allá de nuestras construcciones humanas hacia el mismo Dios que recibe nuestra adoración y escucha nuestras oraciones. Las buenas nuevas reverberan en todo el tiempo y el espacio: “No hay Dios como Tú, arriba en el cielo ni abajo en la tierra, pues tu cumples tu pacto de amor”.

Timothy Green es decano de la Escuela de Teología y Ministerio Cristiano Millard Reed y profesor de Teología del Antiguo Testamento y Literatura en Trevecca Nazarene University en Nashville, Tennessee, EE.UU

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