De Un Amigo a Otro Amigo

De Un Amigo a Otro Amigo

De Un Amigo a Otro Amigo

Un amigo y familiar lejano de Jesús pasando por un momento crítico, envió a dos discípulos a preguntar algo de suma importancia. Como la amistad no tiene precio, ni tampoco tiempo, por ser su amigo Jesús atendió a estos dos discípulos, a pesar de que estaba muy ocupado en su quehacer ministerial (v.21).

La crisis del amigo consistía en saber si Jesús era el Mesías o había que esperar a otro. Juan tenía una idea acabada de lo que el Mesías tenía que hacer, incluyendo su liberación de la cárcel. Jesús hizo lo correcto al definirse ahí mismo por su misión mesiánica, profetizada en el libro de Isaías y procedió a sanar, liberar y predicar el evangelio holísticamente, para confirmarle a estos discípulos lo que habían visto y oído de él. Esto debía ser suficiente para que su amigo Juan entendiera que no había que esperar a otro, sino aceptar al verdadero y genuino que ya estaba y que él mismo lo anunció dos veces. Así como también resignarse en cuanto a la prisión, a aceptar la voluntad soberana de Dios (Juan 1:29, 36).

Los discípulos de Juan fueron enviados de vuelta con la misión de decirle lo que habían visto y oído. Mientras tanto Jesús inició el levantamiento del testimonio de Juan, porque su duda no venía por la prisión que guardaba, sino por lo que el entendía que debía hacer el Mesías. En Cantares 8:8-9 dice: «Tenemos una pequeña hermana, Que no tiene pechos; ¿Qué haremos a nuestra hermana cuando de ella se hablare? Si ella es muro, Edificaremos sobre él un palacio de plata; Si fuere puerta, La guarneceremos con tablas de cedro».

Jesús hizo uso del deber fraternal de hablar del testimonio de Juan como si fuera muro, construyó un palacio al decir que Juan era más que un profeta. El último que anunció y vio la llegada del Mesías (vv.24-28).

Esta experiencia fue lo que hizo de Juan el más grande y mayor profeta de toda la historia del AT hasta ese momento. Por esa pregunta y por la sana respuesta de Jesús, mucha gente aceptó con gusto bautizarse como lo enseñó Juan, a pesar de que lideres religiosos lo rechazaron.

Un hombre bueno y honrado como Juan, fue catalogado por mucha gente como poseído por el demonio. Esa valoración no fue del agrado del amigo, así como tampoco la suya de comilón y bebedor (vv. 33-34).

Jesús recurrió a unos juegos de niños llamados “bodas y funerales” donde si se toca, se baila y donde si se endecha, se llora, pero esa sociedad no hizo ni lo uno ni lo otro, ignorando placenteramente así la llegada del Mesías y de la voz amiga que lo anunciaba.

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