El Señor al que ama, disciplina

El Señor al que ama, disciplina

El Señor al que ama, disciplina

“Dichoso aquel a quien tú, Señor corriges; aquel a quien instruyes en tu ley, para que enfrente tranquilo los días de aflicción mientras al impío se le cava una fosa” (Salmo 94: 12-13 -NVI)

Seamos honestos. Como seres humanos, protestamos ante la disciplina, reglas, leyes, o cualquier término que se oponga a nuestro deseo o control.

Una maestra de educación preescolar quería corregir al inquieto Juanito. Finalmente lo logró con considerable esfuerzo. La rápida y espontánea réplica del niño la tomó por sorpresa. “…aunque me haya sentado, por dentro estoy de pie”. El deseo de tener el control y practicar nuestra capacidad de elección se muestra aún desde una temprana edad.

Los que somos padres entendemos bien la importancia de la enseñanza e instrucción desde su tierna edad. El amor y los límites son ambos esenciales para el desarrollo saludable del niño. Esto implica practicar paciencia, una y otra vez.

De la misma forma, el corazón paternal amoroso de Dios anhela sentar un lindero claro por el cual sus hijos caminen para evitar pobres decisiones que lleven a dolor, tormenta o sufrimiento innecesario.

El rey Salomón conocía bien el significado de la palabra disciplina porque la había experimentado. Había sido escogido por Dios, pero había cosechado consecuencias por su desobediencia.

«Hijo mío, no desprecies la disciplina del Señor, ni te ofendas por sus reprensiones. Porque el Señor disciplina a los que ama, como corrige un padre a su hijo querido» -(Proverbios 3:11-12 -NVI).

Recordemos siempre por qué un Dios que nos ama profundamente debe disciplinarnos. El salmista en el Salmo 94, no solo ofrece una versión positiva de la corrección de Dios, sino la ve como una bienaventuranza. Nadie ve la instrucción y corrección de Dios como “algo bueno”.

«Dichoso aquel a quien tú, Señor corriges; aquel a quien instruyes en tu ley, para que enfrente tranquilo los días de aflicción mientras al impío se le cava una fosa». En la primera parte de este versículo, muestra el secreto de forjar carácter y dependencia. La segunda parte de este versículo tiene que ver con la instrucción de Dios. La palabra de Dios es una guía para y en nuestras vidas. Contiene un código moral y ético de cómo debemos vivir nuestras vidas, no los patrones culturales, sociales y políticas del momento.

La última parte de este versículo discute el para qué debemos seguir la instrucción de Dios. “Para que enfrente tranquilo los días de aflicción” – aun si no captamos el por qué y para qué, Dios permite la prueba o dificultad, confiemos que siempre verá la foto completa en cada capítulo de nuestras vidas, con la más alta resolución del mejor fotógrafo profesional del mundo.

Recuerda:

Procura seguir, abrazar, y respetar la instrucción de Dios para tu vida.

  • La instrucción de Dios no ocurre en las paredes de la iglesia; comienza en casa.
  • La instrucción de Dios es motivada por su gracia y amor.
  • La instrucción de Dios va de la mano con disciplina «el Señor al que ama, disciplina» - (Heb. 12:6).
  • La instrucción de Dios te dará paz en lugar de turbulencia cuando enfrentes pruebas.
  • La instrucción de Dios conduce al éxito, «Instruye al niño en su camino cuando sea joven y no se apartará de ella cuando sea viejo» - (Prov. 22:6).

No rechaces su disciplina, abrázala.

Erika Hasenauer es un anciano ordenado en la Iglesia del Nazareno.

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