ABSOLUTA DESCONEXIÓN

ABSOLUTA DESCONEXIÓN

ABSOLUTA DESCONEXIÓN

Posiblemente una de las satisfacciones más grandes del diablo es ver una iglesia dividida. Esto es por varias razones; y una de ellas es porque una iglesia dividida no cumplirá eficientemente su misión o, lo peor, dejará de cumplirla completamente. Una forma de división en la iglesia es cuando en ella se hacen distinciones de clases sociales o existen aquellos que le dan más relevancia al estatus económico o ideologías políticas que a su misión.

Esto no es nuevo. Durante los primeros decenios en la vida de la iglesia cristiana hubo manifestaciones tan claras de este problema como para que Santiago escribiera: “Mis amados hermanos, ¿cómo pueden afirmar que tienen fe en nuestro glorioso Señor Jesucristo si favorecen más a algunas personas que a otras? Por ejemplo, supongamos que alguien llega a su reunión vestido con ropa elegante y joyas costosas y al mismo tiempo entra una persona pobre y con ropa sucia. Si ustedes le dan un trato preferencial a la persona rica y le dan un buen asiento, pero al pobre le dicen: Tú puedes quedarte de pie allá o bien sentarte en el piso, ¿acaso esta discriminación no demuestra que sus juicios son guiados por malas intenciones?” (2:1-4).

La división –incluyendo la discriminación– es una demostración de falta de fe. Para el cumplimiento de la misión se requiere creer de todo corazón en el Señor que dio su vida para salvación de todos. En Efesios 2:8-9 el apóstol Pablo enmarca esta realidad teológica de manera sencilla y profunda a la misma vez. “Porque por gracia ustedes han sido salvados por medio de la fe, y esto no procede de ustedes, sino que es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe.” Es tan sencilla esta verdad como la de tener un celular sin conexión de internet o sin servicio de una compañía telefónica. Recientemente con mi hijo viajamos a Guatemala. Ambos contábamos con el servicio telefónico y de Internet mientras estábamos en nuestro país de residencia. Al salir, si no hacíamos un arreglo de pago especial para tener servicio telefónico en otro país, quedaríamos desconectados. Él había comprado un servicio limitado de itinerancia (roaming) antes de salir de viaje; yo no. Él tenía que “cuidar” o controlar su consumo de datos si es que no quería incurrir en altos costos. Por otra parte, y a pesar de tener un hermoso y caro teléfono celular, mi situación era de absoluta desconexión. ¡No tenía servicio!

De alguna manera Santiago quiere que los creyentes recapaciten en la importancia de la relación entre la fe en Jesucristo y la discriminación que manifestaban. Él pone en duda al que afirma que su fe está en Jesucristo y produce división porque, como bien dice Pablo, la fe y la obra de salvación de Dios en el creyente es la presencia y manifestación propia de Él. Sin Él, no hay fe; sin fe, no hay conexión con Él. No es el templo al que asistimos –por más hermoso que sea o por más orgullosos que nos sintamos de él; no se trata de si somos miembros o no en una denominación –por más excelente doctrina u organización que tenga; no se trata de la posición de liderazgo que podamos tener –por más encumbrada que parezca. Santiago sencillamente invita al creyente a que se haga un autoexamen sencillo que no debe dejar ninguna duda en la respuesta. Él dice: “Si hacen distinción o manifiestan preferencia socioeconómica o política y discriminan a otros, están desconectados de Jesucristo”.

En la iglesia, el prejuicio se considera un pecado porque contradice el mandamiento de amar a los demás como a uno mismo. Si todos son importantes para Dios, entonces todos deben importarnos a nosotros. La misión de la iglesia es para todos, y si somos la iglesia –por obra y gracia de Jesucristo–, como iglesia debemos ir a todos para que tengan la oportunidad de recibir el mensaje del evangelio, sin acepción de personas. Esta es la manera en que podemos mostrar el amor de Jesús en nosotros: Siguiendo su ejemplo, honrando su palabra, cumpliendo su mandato de amar a todos, y yendo como sus discípulos con su mensaje de redención a todos, “haciendo discípulos hasta lo último de la tierra”.

 

Mario Zani sirve actualmente en el Distrito de Kansas City, el junto con su esposa Perla, han sido plantadores de iglesias, pastores y misioneros en el pasado.

 

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