El Padre Nuestro

El Padre Nuestro

El Padre Nuestro

Puedes encontrar versiones del Padre Nuestro en dos de los cuatro evangelios: Mateo y Lucas. Pero la mayoría de nosotros estamos más familiarizados con la versión de Mateo, que se encuentra en el Sermón del Monte (Mateo 5–7). Esa es la versión a la que dedicaremos nuestra atención (Mateo 6:9-13).

Es significativo que la oración que Jesús enseñó sea parte del Sermón del Monte. Leemos en Mateo que Jesús, al ver la multitud de personas que clamaban detrás de Él, “subió al monte, y . . . sus discípulos vinieron a Él. Entonces comenzó a hablar, y les enseñaba”. No debemos pasar por alto que sus palabras fueron dirigidas principalmente a sus discípulos, quienes luego fueron identificados en este evangelio como la iglesia (16:18; 18:17). Con reminiscencias de Moisés en el Monte Sinaí recibiendo las leyes de Dios para las doce tribus de Israel, Mateo retrata a Jesús en una montaña enseñando a Sus doce discípulos acerca de la voluntad de Su Padre (7:21). El Sermón del Monte entonces, es la palabra de Dios entregada por Jesús a sus discípulos para configurar su vida juntos como comunidad renovada de Dios. John Wesley insistió acertadamente que “no hay santidad sino la santidad social”, lo que significa que solo en la adoración y el compañerismo de una congregación cristiana local podemos ser moldeados a la semejanza de Cristo. Todo el Sermón del Monte de Jesús subraya esta verdad al describir el carácter de nuestra vida en común como comunidad de discípulos de Cristo.

Por lo tanto, no sorprende que Jesús nos instruya a nosotros, Sus discípulos, que incluso si estamos orando solo “a tu Padre que está en secreto” (6:6), debemos orar “Padre Nuestro . . . “ (6:9). Juntos, somos miembros (o partes corporales) del cuerpo de Cristo (Romanos 12:4-5), hijos adoptivos de Dios por gracia mediante la fe en Cristo Jesús, quien es “El primogénito dentro de una gran familia” (Romanos 8:29). Nunca estamos realmente solos, ¡Incluso cuando pensamos que lo estamos! Nuestra oración a Dios como nuestro Padre es fundamentalmente social. Así como no hay santidad sino la santidad social, así no hay oración sino oración social, incluso desde el cuarto de oración.

En la tradición Wesleyana, entendemos “Padre Nuestro” dentro de la realidad del don misericordioso de Dios del Espíritu Santo “dando testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios” (Romanos 8:16). Este testimonio del Espíritu, también conocido como seguridad, es esencialmente “el Espíritu del Hijo de Dios [enviado] a nuestros corazones clamando: ¡Abba!  ¡Padre!” (Gálatas 4:6). Se nos recuerda la angustiosa oración de Jesús en el Huerto de Getsemaní: “Abba Padre, todo es posible para ti. No me hagas beber este trago amargo, pero no sea lo que yo quiero, sino lo que quieres tú” (Marcos  14:36). Oramos esto con Jesús y a través Jesús.

Por lo tanto esta comprensión proporciona la clave de cómo oramos el resto del Padre Nuestro: en su corazón mismo está la oración de Jesús en Getsemaní: “Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo” (Mateo 6:10). Orar “Padre Nuestro” junto con Jesús, y en el nombre de Jesús, significa fundamentalmente que buscamos la voluntad de Dios y la gloria de Dios por encima de todo. Seguramente tal oración es la raíz misma de una vida enteramente santificada.

Michael Lodahl es profesor de teología en Point Loma Nazarene University.

 

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