Escuchar al Espíritu en Oración
Cuando era niño y mamá o papá usaban la versión completa de mi nombre, sabía que una conversación seria estaba por venir. “Esteban, escúchame”, es una de las expresiones que recuerdo demasiado bien. “¡Esteban Benjamín!”, cuando escuchaba eso, sabía que estaba en un verdadero problema. La verdad es que la mayoría de las conversaciones que recuerdo de mi infancia son las conversaciones amorosas y tiernas que mis padres tenían frecuentemente con nosotros los niños, mientras nos sentábamos a cenar o jugábamos Yahtzee. Esos fueron momentos preciosos. Incluso esas conversaciones que iniciaban con “Esteban Benjamín” surgieron del amor, capturando mi atención, alejándome del peligro.
Nuestro Padre Celestial desea profundamente tener conversaciones íntimas, amorosas y tiernas con nosotros. Él anhela tener comunión con Sus hijos. Sin embargo, el desafío es que vivimos en una era de distracciones constantes: coreos electrónicos, mensajes de texto, Chat de Facebook, Instagram, llamadas telefónicas, noticieros las 24 horas del día, los 7 días de la semana. Todas estas están hasta arriba de una larga lista de herramientas de comunicación a nuestra disposición, pero a menudo actúan como distracciones. A pesar de las distracciones, nuestro Padre Celestial está listo para hablar cuando nos ponemos en la disposición para escuchar.
Uno de los papeles del Espíritu Santo es el de comunicador. El amor de Dios es su mensaje principal. También revela el propósito y la dirección de Dios para Sus hijos y Su iglesia. Tenemos un asiento de primera fila en las Escrituras, observando cómo Jesús se relacionó con la primera y la tercera persona de la Trinidad. Inmediatamente después de Sus tentaciones en el desierto, “Jesús regresó a Galilea, lleno del poder del Espíritu Santo” (Lucas 4:14 NTV). Se dirige a su ciudad natal, Nazaret y comienza a enseñar en la sinagoga donde Él revela quién es. ¿Puedes oír la voz de Jesús haciendo eco a través de ese salón?
“El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para llevar la Buena Notica a los pobres. Me ha enviado a proclamar que los cautivos serán liberados, que los ciegos verán, que los oprimidos serán puestos en libertad...” (Lucas 4:18). Jesús reconoció Su propósito en la tierra y entendió que, aunque “renunció a sus privilegios divinos”. (Filipenses 2:7a) declaró que fue autorizado por la tercera persona de la Trinidad, “El Espíritu del Señor está sobre mí”. Más tarde, Jesús les dice a sus discípulos que solo hizo y dijo lo que el Padre le dijo que hiciera y dijera. Su discernimiento fue alimentado por Su Intimidad con su Abba. Jesús practicó pasar tiempo con Su Padre. A pesar de la intensidad de las multitudes que se agolpaban para tocarlo, escuchar sus enseñanzas, ser sanado, todas ellas obras muy importantes, Jesús “se retiraba muchas veces al desierto para orar” (Lucas 5:16). Esta fue la fuente de poder de Jesús: su intimidad con el Padre a través de la oración. Allí Jesús recibió dirección y poder. ¿Te imaginas esos momentos de intimidad entre la Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo?
Como hijos de Dios, estamos invitados a permanecer con el Dios Trino. Imagina eso. El Creador, el Gran Yo Soy, desea reunirse con nosotros, tener comunión con nosotros. Él está listo para hacernos saber nuestros próximos pasos mientras permanecemos con Él. Estoy encontrando cada vez más mi necesidad de ser intencional al sentarme con Él, alejándome de las distracciones y el ruido a mi alrededor y retirándome al desierto sagrado de la oración.
¿No es reconfortante saber que podemos acercarnos a Dios con cualquier cosa? “Entréguenle todas sus preocupaciones y cuidados a Dios, porque Él se interesa por ustedes” (1 Pedro 5:7). Aún más sorprendente es la verdad que también podemos sentarnos y escuchar al Espíritu de Dios. Pero aprender a aquietar nuestros corazones y mentes para escuchar requiere práctica y tiempo. Particularmente en esta temporada de pandemia global y tantos desafíos culturales, me doy cuenta de que es vital hacer un espacio para sentarme y escuchar al Espíritu todos los días. Ninguno de nosotros ha recorrido este camino antes; en nuestra propia sabiduría, no podemos saber cuál es el siguiente paso para lidiar con la complejidad de las situaciones que enfrentamos en estos días. Escuchar al Padre es el único camino. Mi Señor conoce el camino a través del desierto. Estoy aprendiendo a seguirlo.
Permitir que el Espíritu nos ayude a desarrollar un ritmo de oración es esencial. Encontrar el tiempo para sentarse y hacer una pausa no es fácil, pero el beneficio es que nos refrescamos y empoderamos para la vida cotidiana. Debido a que me distraigo tan fácilmente, he implementado algunas estrategias que me son útiles. Si bien la práctica de la presencia de Dios ocurre a lo largo de todo el día, dedicar el mismo tiempo todos los días para permanecer en Su presencia es una parte útil de mi ritmo. Meditar en las Escrituras me mantiene enfocado y permite que el Espíritu lleve mis pensamientos a donde quiera. Además, estoy redescubriendo la disciplina del ayuno como parte de mi ritmo de escucha.
El Espíritu está deseoso de ayudarnos a encontrar y desarrollar nuestros propios ritmos. El Dios Trino está listo para disfrutar de una dulce comunión con nosotros y hablarnos al oído.
Steve Ottley es superintendente de distrito de la Iglesia del Nazareno en el Distrito Central de Canadá.